Odon Ulibarrena
2023-02-17
Dice un refrán que no hay mal que por bien no venga. Decepcionados por haber declinado la Caja de Ahorros Municipal de Pamplona su proyecto de Museo Etnográfico de Iruñerria-Cuenca de Pamplona, nuestro padre José Luis, mi hermano Xabier y yo decidimos aprovechar el esfuerzo realizado para la restauración de las 200 piezas que la entidad bancaria nos había solicitado y optamos por la puesta en marcha del Museo Etnográfico Nabarro en Berriobeiti-Berrioplano.
Para reforzar mis conocimientos acudí a la Universidad del Opus Dei sita en Pamplona, para cursar estudios con don José Miguel de Barandiarán. Sus enseñanzas marcaron el rumbo de mi vida pues el conocimiento de la Euskal Ezikera-Cultura Baska fue y sigue siendo una prioridad para mí, siguiendo siempre la metodología del Maestro: “Vive lo que desees investigar”.
Solamente los Sabios pueden ser tan buenos maestros. Siendo considerado el mejor antropólogo europeo vivo y pese a que el volumen de sus investigaciones de campo era ENORME, declinaba viajar en el taxi que la universidad le ofrecía, optando por hacerlo en autobús desde Atáun a Pamplona, ya que le ofrecía posibilidades de recabar información con los viajeros.
Pero aquel gipuzkoano no solo era Incansable y Admirable. Poner en marcha nuestro Museo (actualmente sito en Arteta, Val de Ollo, Nabarra) y participar activamente en el Grupo Etniker Nabarra, la Sociedad de Estudios Vascos o la Sociedad de Ciencias Aranzadi, no me impidió realizar numerosas investigaciones de campo, algunas de las cuales fueron publicadas en Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, Anuario de Eusko Folklore, Gran Enciclopedia Navarra y periódicos. Diez años tan intensos como maravillosos truncados por las actuaciones de la policía del Rei-no de España.
Y en aquellas circunstancias tan adversas, don José Miguel me demostró que además de alumno era su amigo, pues no solo me escribió a la prisión de Alcalá Meco sino que lo hizo al Excmo Gobernador Civil de Navarra, Roldán: “…nik ezagutzen zaitudala eta nere ikasle izana zerala eta nik ez deala sinisten or zuengatik esan eta argitarazi dituzten astukeriak; nire ustez politika dabillela eta gezurrak oñarri…”.
Posicionarse tan claramente a favor de un acusado de pertenecer a E.T.A. no era poca cosa pero en cuestiones peligrosas, don José Miguel también era un Maestro. Acusado en 1936 de “rojo y separatista” tuvo que huir a Francia radicándose al cabo de un año en Sara (Laburdi), uno de los tres territorios norteños del País Basko continental que los franceses mantienen colonizado. Solía decir que había permanecido poco más de un año en el exilio pues no consideraba que Sara fuese Francia.
Siendo párroco de aquella hermosa villa fronteriza, durante la II Guerra Mundial, los casos más peligrosos de judíos perseguidos se los encargaban a él. Organizaba un entierro de suerte que en el féretro colocaban el perseguido, acercándose en procesión a la frontera y cuando estaba libre de vigilancia, el fugitivo podía pasar la muga. Es evidente que si en alguna ocasión hubiesen inspeccionado el ataúd, don José Miguel hubiese sido asesinado en el acto. Debo añadir que uno de aquellos judíos fugitivos llegó a ser Presidente de Israel y así le fue reconocido públicamente por dicho estado a nuestro Maestro.
Sí, don José Miguel era un cura adscrito al rito católico pero que se comportaba como un sacerdote cristiano, tal y como hicieron otros: D’Etchepare, Goienetxe “Matalast”, Mogel y Urkiza, R.M. de Azkue o Ariztimuño “Aitzol”, fusilado a las afueras del cementerio de Hernani, junto a otros 16 curas católicos y 191 personas más, el 17 de octubre de 1936, por carlistas y falangistas, Cuando estuvo a punto de cantar misa por primera vez, culminando así su preparación eclesiástica, le asaltó una duda: “Si lo que me han enseñado es la Verdad; ¿por qué hay tanta gente que no cree?” Decidido a resolver su inquietud se inscribió en la Universidad de Leibnitz, cuna del marxismo y allí, un profesor agnóstico de apellido Wünt, le aconsejó que desechase la instrucción bibliográfica priorizando la investigación personal; que retornase al País Basko y se dedicase a estudiar la cultura de su Pueblo pues reunía la condición esencial: haber crecido en ella.
Aquel hombre de personalidad recia, voluntad férrea, apasionado por la cultura de su país, decidió regresar al pueblo que le vio nacer lleno de incertidumbre y delante de la imagen del Cristo de Lezo, dio gracias por haber traspuesto sin problemas la frontera. Retomó con ahínco sus investigaciones etnográficas de campo tanto como las excavaciones arqueológicas y amplió sus actividades al campo de la docencia tanto como al ordenamiento de materiales para publicarlos. ¿De dónde sacaba tiempo? Durmiendo seis horas diarias en promedio.
Cumplía sus funciones como cura católico pero sin abandonar las vecinales; de hecho, lo conocí siendo tesorero del Lagunarte de Atáun. Por ese desempeño en el seguro vecinal cobraba una peseta anual de sueldo, al igual que el teniente alcalde. Añadiré que una peseta y media cobraba el alcalde. Con sencillez me explicó la razón: “para que no podamos excusarnos de no cumplir con nuestra obligación si no cobrásemos sueldo”.
Un hombre de características humanísticas tan firmes; ¿podía permanecer impasible ante la violencia derivada de la ocupación militar ejercida en el País Basko por el Reino de España? Unos le criticaban por su participación en los Congresos de Criminología que solían celebrarse en San Sebastián donde defendía la no violencia; otros por acudir a los recibimientos populares que se hacían en Atáun a vecinos acusados de pertenecer a E.T.A. Cuando criticaban su labor docente en la universidad del Opus Dei (por considerarla anti vasca, sin tener en cuenta que ninguna otra universidad del País Vasco le ofreció tal posibilidad), solía decir: “Si el diablo me permitiese dictar mis clases con libertad, yo iría al infierno para enseñar”.
Su ideario lo expresaba sin ambages: “…es bueno quevolvamos a las raíces y las conozcamos: basándonos en ellas elevemos nuestra cultura, la cultura actual. Que no nos entreguemos totalmente a la vorágine de ideas, de actuaciones, de costumbres que nos presentan, por ejemplo, los medios de comunicación de nuestro tiempo… Si nos dejamos llevar sin hacer caso de nuestras raíces, entonces ya, dentro de poco, ya no seremos ni baskos, ni de ningún pueblo determinado, seremos mundiales, pero mundiales en el peor sentido de la palabra, o sea, en la superficie de la Cultura…” (clase del 4 de mayo de 1979).
Lamenté su deceso físico pero nunca imaginé que sus enseñanzas llegasen a ser vituperadas y silenciadas. No le gustaba sentar cátedra y acudía muy a menudo a expresiones como “por nuestras investigaciones podemos barruntar”; “lo más probable es que”; siendo conciso en lo referente a los aspectos vitales de la Euskal Ezikera, muy especialmente al Gizabidea (lit. Camino del Ser Humano): “Ese es un elemento de Cultura que es característicamente humano, por lo tanto es propiamente LA CULTURA”. Afirmando con serenidad: “…Gizabide bat gizaldietan euskaldunen elkarte eta jardueraren esoin eta zuraje izan dana”.
Todavía sigo cuestionándome porque no existe ninguna institución en el País Basko dedicada a la investigación ni divulgación del Gizabidea. Ningún artículo de prensa, monografía, programa de radio ni televisión dedicado “…propiamente a LA CULTURA…” baska: ¿podemos darnos el lujo de no hacer caso del Maestro de la Euskal Ezikera?